martes, 21 de octubre de 2008

De bronce y petróleo




Poesía de Walter Faila
De bronce y petróleo


He aquí un hombre semejante y distinto.
Solitario trashumante del atajo de la vida,
cortesano de las flores arrumadas en jardines,
mendigo de la lluvia y alquimista de las luces.-
Caminando en un planeta de bronce y de petróleo,
entre cuerpos hambrientos de lujuria y de vejamen
entre hermanos sanguinarios y padres perversos.
Hurgando en un verso la nostalgia de las piedras
que deslían su llanto en el efímero beso de las olas.
¿Podrás quererme en ésta estancia
de piélagos singlados por buques de tristezas?
¿Sabrás arrancar de mis instintos
la sonrisa enlatada en la viruta de mis tiempos?
He aquí un hombre como tantos hombres
vestido con la muerte del crepúsculo
en el mediocre meridiano de la noche.
El que escapa en la ceniza cuando el fénix resucita
y es una cara roja en su relámpago de infiernos
la huella del latido que dibujan sus quimeras.
Aquí tienes la sombra prematura
del feto que parieron sus pasos errabundos.
Recorriendo los tinglados del mercado de los sueños,
comprando en algún puesto de especies naturales
la mezcla de tisanas que alivien sus cartílagos.
¿Podrás reconocerme en ésta oquedad en que me miras?
¿Florecerán tus agios crisantemos en mi campo de vestigios?
¡ Si al menos tu nombre le enseñaras a su boca!
¡Si acaso te cayeras en su mano de obrero y artesano,
y tallada fueras como ébano de savia a su desdicha!
He aquí mujer un hombre sin cruz y sin bandera,
sobreviviente de las excavaciones de su alma,
quemado por las brasas que arden en su pecho,
deambulando por tus pasos de corrillo y de frontera.
Colgado en halcones que sobrevuelan epitafios
de un cementerio de farolas con mares cobrizos y secretos.
Buscando en las líneas de tus labios una tumba de otoño
para sepultar las tristezas
de su planeta sombrío de bronce y de petróleo.



Nada dicen

Nada dicen los racimos de bucles de las olas,
no se escuchan los coros de duendes que me habitan.
¿Será que se ha dormido el río en la noche de Santiago?
¿Cómo tenso la cuerda de la guitarra que jamás he tocado
para romper ésta elipsis de agua que agoniza en la ribera?
¡Légame un Orfeo de átomo y de arena en esta playa,
donde callan los vientos y descansan sus ansias las sirenas!
¿No te das cuenta que el poema es una herida de recuerdos,
vagando dolorido entre Obeliscos y mudos bandoneones
Que alquimista de quejas en los verdores de una broza
ha mezclado su ángel en libros de musgos y hojalatas?
¡Sostenido como un feto de céfiro en las ubres de la aurora!
observo en sus loas la voz ausente, su canto, su sonrisa.
Malhumorado e incrédulo ante los ojos finitos de la vida,
como un linyera licencioso contemplando una diadema.
¡Alcánzame un Apolo con su lira de sol a mis nocturnos,
donde se desgranan los trigos con espigas de silencios!
No me rompas este vuelo bajito de pájaro iracundo,
no libes la cabeza excomulgando el don de su palabra.
La frente se parte en un mendrugo de hielo enharinado,
de la lágrima primaria que dio origen y raíz a la tristeza.
El domingo se aproxima merodeando como sierpe,
y es un vidrio que anuncia en su estallido la tormenta,
y es un bifronte de rotas cicatrices el día que antecede.

WALTER FAILA

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